La volvieron a engañar. O así al menos se sentía ella. Había pensado que esta vez, sí, ¿porqué no? ¿porque no a ella?. Al fin y al cabo toda coraza tiene pequeñas grietas, no existe material irrompible, o sí, el diamante… pero no, ella no era un diamante. A los diamantes no les pasan estas cosas.
Notaba la rabia crecer en su interior sentada en el sofá de su casa, con la tele de fondo como siempre y sentía pereza de teclear 9 simples números y confesar “ey, sácame de aquí que vuelvo a ahogarme en un vaso de agua”. O quizá ahí esté la clave, muchos pequeños e inofensivos vasos de agua habían formado en ella un gran lago. Y ahora se ahogaba en rabia por no haber sabido drenar los recuerdos. Se sentía como la chica del puente durante la escena de la entrevista;
“Porque conmigo siempre es así, empieza mal y termina peor. Nunca acierto cuando elijo un número. ¿Ha visto esos papeles pegajosos para atraer moscas en espiral? Pues yo soy igual, atraigo las historias cutres que pasan a mi lado. Creo que hay gente así, que son como un imán para aliviar a los demás. Nunca acierto cuando elijo un número. Todo lo que intento, todo lo que toco se convierte en una putada.”
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